¿Quiénes fundaron EIMA? José Agostinucci, Bruno Barbafina, Héctor Díaz y Norman Pérez fueron los primeros cuatro socios y fundadores de la empresa, siendo Agostinucci y Barbafina dos inmigrantes italianos que llegaron a la Argentina en 1922. Cuatro años más tarde se radicaron en Tres Arroyos y comenzaron a trabajar en Istilart (otra legendaria empresa metalúrgica y orientada al agro) donde conocieron a quienes más tarde fueron sus socios y amigos en el emprendimiento de EIMA.
DE ISTILART A EIMA, UN NUEVO DESAFÍO Agostinucci, Barbafina, Díaz y Pérez pertenecieron a Istilart durante años siendo personas claves dentro de esa empresa con el know how necesario para poder independizarse y a la postre, fundar EIMA con un capital inicial societario de 100000 pesos de aquel momento. En menos de media década, ese capital se sextuplicó gracias al tesón y al empuje de sus fundadores. Éstos mismos eligieron un predio de 2 hectáreas limitados por las calles Castelli, Avenida del Trabajador, Güemes y bordeando las vías del Ferrocarril General Roca donde se construyó la fábrica que contaba con oficina técnica, varias líneas de producción, tornería, montaje, calderería, carpintería, matricería y herrería depósitos y pañol.
DE TRES ARROYOS A LA CAPITAL al ser necesaria una mayor presencia en el resto del país, se inaugura la sede administrativa y comercial (donde se gestionaban exportaciones e importaciones de insumos) de calle Caseros 640 con un local comercian en la misma calle, pero al 812, a pocas cuadras del Parque Lezama en el barrio de la Boca.
APOGEO INDUSTRIAL Y PORTFOLIO PRODUCTIVO trabajando en turnos de 8 horas por la mañana y 8 horas por la tarde, el ritmo era febril, con una planta permanente oscilando entre 110 y 115 empleados en los 60's. Algunos productos que fabricaba EIMA eran los tanques, sembradoras, cosechadoras, reparación de vagones de carga, acoplados (de varios tipos, por ejemplo playos para transporte de bolsas de cereales), remolques (de varios tipos, como por ejemplo cerrados para transportar cereales a granel; de hierro para transportar minerales; para el transporte de hacienda; semivolcadores para uso general; con tanque metalizado para agua), tanques paradepósito de combustibles, vagonetas, zorras para minas e implementos agrícolas norias y silos.
EL OCASO a fines de los 60's lamentablemente la actividad industrial y la productividad se empiezan a ver afectadas, debido a las políticas económicas y la burocracia de la época. Pese a la pujanza de EIMA y de que siempre tenía gran cantidad de trabajo para hacer, los números rojos y la falta de crédito empezaron a ahogar a la empresa. En el medio, cambio de dueños y el final de la década del 70' resultó terminal para EIMA, ya que el 13 de diciembre de 1979 cerró definitivamente sus puertas. Cuentan quienes trabajaban allí, que liquidando stock de repuestos y producción, EIMA podría haber seguido con vida.
DE LA DESAPARICIÓN A UN NUEVO NACIMIENTO pese al cierre de EIMA a fines de los 70's, en la misma década y como desprendimiento, da origen a la fábrica La Atómica y a la firma Aiello.
EL DESPUÉS parte de las instalaciones que fueran de EIMA, fueron ocupadas por la Municipalidad de Tres Arroyos como talleres mecánicos de las maquinarias viales para el mantenimiento de las calles. Otro sector de la misma, también es utilizado por la municipalidad para ferias y exposiciones varias.
ANEXO
A CONTINUACIÓN, ROBERTO FINOCCHIO, EX EMPLEADO DE EIMA: "Era una fábrica espectacular en todo sentido: patrones, confort, tranquilidad y compañerismo
¿Cuándo trabajó en EIMA?
Empecé el 2 de marzo de 1954 y trabajé hasta el cierre de la fábrica, que ocurrió el 13 de diciembre de 1979.
Cuando usted ingresa como trabajador a EIMA la fábrica era muy pujante, ¿verdad?
Sí, sin ninguna duda. Era una fábrica espectacular en todo sentido: patrones, confort, tranquilidad y muy buen compañerismo. Se trabajaba muy bien. Teníamos turnos de 4 a 12 y de 12 a 20 y en épocas de cosecha no se paraba ni un minuto porque la mayor parte de lo que se producía eran maquinarias para el campo. En cuanto a los turnos, los capataces nos permitían organizarnos entre los propios compañeros. La idea era que trabajáramos una semana en cada turno, pero si entre nosotros arreglábamos trabajar 15 días en cada turno no nos hacían problemas.
¿Qué trabajo hacía usted en EIMA?
Yo entré en la sección matricería. Conocía el oficio porque mi familia tenía experiencia en metalúrgica. Después pasé a la sección agujereadoras y finalmente trabajé en el área de tornería.
¿Cómo era el ambiente de trabajo?
Buenísimo. Todos los trabajadores eran muy buena gente, jamás tuve un problema con algún compañero, tal es así que actualmente hay excompañeros con los que nos visitamos regularmente. Pero además había una relación casi familiar entre los obreros y los patrones. Recuerdo que se hacía fiestas para el personal bastante seguido y que se usaban los propios talleres para estos acontecimientos. Hubo una celebración muy grande cuando la fábrica cumplió 25 años, esa vez se hizo en el salón de El Agropecuario.
¿Los obreros recibían obsequios de parte de la empresa en épocas de Navidad y Año Nuevo?
Sí, nos daban canastas navideñas, y en la última época directamente nos daban una orden para retirar mercadería en la Cooperativa Agraria.
¿El salario que percibían era bueno?
Sí, ganábamos bien. Pero además teníamos unas comodidades para trabajar que no sé cuántas fábricas más tendrían. Cada uno de los empleados tenía su armario, no nos faltaba ninguna herramienta. Dentro del armario teníamos la ropa de trabajo y las herramientas.
¿Recuerda alguna anécdota en el trabajo?
Hay muchas. Ahora me viene a la mente el año de la revolución, 1955. Yo era chico, tendría unos 14 años y hacía un año que trabajaba en la fábrica. Me acuerdo de que veíamos pasar los aviones de guerra por encima de nuestras cabezas y que salíamos al patio de la fábrica y encontrábamos casquillos de balas.
Trabajó mucho tiempo en EIMA, de manera que para usted debe haber sido una parte importante de su vida.
Trabajé 26 años en la fábrica, gracias a ella pude casarme, hacerme la casa y criar a mis hijos. ¿Qué más se le puede pedir a un trabajo? Y te reitero, había una armonía entre obreros y patrones que tampoco era común en las otras fábricas.
Fuente: https://elperiodistadetresarroyos.com/sitioanterior/ago06/nota1.htm
A CONTINUACIÓN, ROBERTO FINOCCHIO, EX EMPLEADO DE EIMA: "Era una fábrica espectacular en todo sentido: patrones, confort, tranquilidad y compañerismo
¿Cuándo trabajó en EIMA?
Empecé el 2 de marzo de 1954 y trabajé hasta el cierre de la fábrica, que ocurrió el 13 de diciembre de 1979.
Cuando usted ingresa como trabajador a EIMA la fábrica era muy pujante, ¿verdad?
Sí, sin ninguna duda. Era una fábrica espectacular en todo sentido: patrones, confort, tranquilidad y muy buen compañerismo. Se trabajaba muy bien. Teníamos turnos de 4 a 12 y de 12 a 20 y en épocas de cosecha no se paraba ni un minuto porque la mayor parte de lo que se producía eran maquinarias para el campo. En cuanto a los turnos, los capataces nos permitían organizarnos entre los propios compañeros. La idea era que trabajáramos una semana en cada turno, pero si entre nosotros arreglábamos trabajar 15 días en cada turno no nos hacían problemas.
¿Qué trabajo hacía usted en EIMA?
Yo entré en la sección matricería. Conocía el oficio porque mi familia tenía experiencia en metalúrgica. Después pasé a la sección agujereadoras y finalmente trabajé en el área de tornería.
¿Cómo era el ambiente de trabajo?
Buenísimo. Todos los trabajadores eran muy buena gente, jamás tuve un problema con algún compañero, tal es así que actualmente hay excompañeros con los que nos visitamos regularmente. Pero además había una relación casi familiar entre los obreros y los patrones. Recuerdo que se hacía fiestas para el personal bastante seguido y que se usaban los propios talleres para estos acontecimientos. Hubo una celebración muy grande cuando la fábrica cumplió 25 años, esa vez se hizo en el salón de El Agropecuario.
¿Los obreros recibían obsequios de parte de la empresa en épocas de Navidad y Año Nuevo?
Sí, nos daban canastas navideñas, y en la última época directamente nos daban una orden para retirar mercadería en la Cooperativa Agraria.
¿El salario que percibían era bueno?
Sí, ganábamos bien. Pero además teníamos unas comodidades para trabajar que no sé cuántas fábricas más tendrían. Cada uno de los empleados tenía su armario, no nos faltaba ninguna herramienta. Dentro del armario teníamos la ropa de trabajo y las herramientas.
¿Recuerda alguna anécdota en el trabajo?
Hay muchas. Ahora me viene a la mente el año de la revolución, 1955. Yo era chico, tendría unos 14 años y hacía un año que trabajaba en la fábrica. Me acuerdo de que veíamos pasar los aviones de guerra por encima de nuestras cabezas y que salíamos al patio de la fábrica y encontrábamos casquillos de balas.
Trabajó mucho tiempo en EIMA, de manera que para usted debe haber sido una parte importante de su vida.
Trabajé 26 años en la fábrica, gracias a ella pude casarme, hacerme la casa y criar a mis hijos. ¿Qué más se le puede pedir a un trabajo? Y te reitero, había una armonía entre obreros y patrones que tampoco era común en las otras fábricas.
Fuente: https://elperiodistadetresarroyos.com/sitioanterior/ago06/nota1.htm
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