domingo, 27 de julio de 2014

Bon-Fer

En la localidad cordobesa de General Cabrera germinó una experiencia industrial que, con el tiempo, se convertiría en un hito para la agricultura argentina. Su origen se remonta a la figura de Felipe Bonetto, pionero en la siembra de maní en la región, quien supo vislumbrar que el futuro del cultivo no solo dependía del esfuerzo de la tierra, sino también de la innovación técnica. De esa intuición nacería la primera fábrica del país dedicada a la construcción de cosechadoras decapotadoras de maní y, poco después, de cosechadoras mixtas capaces de adaptarse a otros cultivos como trigo, lino y soja.
La empresa adoptó el nombre “Bon-Fer”, una fusión que revelaba su carácter familiar y asociativo: “Bon” por Bonetto, “Fer” por Ferrero, en referencia a la alianza entre dos socios llamados Osvaldo “Tito” Bonetto y Bonifacio Ferrero. No se trataba simplemente de un emprendimiento local, sino del puntapié inicial de una industria inédita en la Argentina: la de las cosechadoras automotrices de maní, principalmente y de las cosechadoras automotrices para cereales y legumbres. Tanto es así que los fundadores obtuvieron la patente de invención N.º 118006 y registraron la marca bajo el número 401057, formalizando así su condición de pioneros.

La década de 1950 fue el escenario de este nacimiento. Hasta entonces, Osvaldo Bonetto se había desempeñado como contratista rural, con tres cosechadoras que recorrían campos de Alta Gracia, Despeñaderos y hasta territorios de la provincia de Buenos Aires. Aquella experiencia de trabajo intensivo, sumada a las demandas concretas del cultivo de maní, impulsó la necesidad de concebir una máquina específica: la cosechadora decapotadora de maní, complementada más tarde con un modelo mixto.
Las primeras unidades —rudimentarias y de tracción a sangre— vieron la luz en 1955, aunque no se conservan registros de ventas. El verdadero salto cualitativo ocurrió en 1960, con la aparición del modelo automotriz y la incorporación de las cosechadoras mixtas. Se calcula que la producción total de esta etapa alcanzó unas 40 unidades, cifra modesta pero de alto valor simbólico para una industria que recién comenzaba a afirmarse.

Los destinos de comercialización reflejan tanto la diversidad de los cultivos como la expansión territorial del proyecto. Desde Salta y Rosario de la Frontera —donde la máquina demostró gran eficacia en la cosecha de porotos— hasta Carnerillo, Perdices, General Deheza y distintos puntos de la provincia de Buenos Aires, las cosechadoras Bon-Fer fueron ganando reconocimiento. En su período de mayor esplendor, la fábrica llegó a contar con 50 trabajadores, consolidando no solo un emprendimiento familiar, sino también un legado industrial que inscribió a General Cabrera en la historia de la mecanización agrícola argentina.

BON-FER Y LA RELACIÓN CON SENOR: la empresa oriunda de San Vicente, supo proveerle a Bon-Fer de elementos mecánicos como poleas, cajas de rodamientos a bolas rígidas, ejes, entre otros.

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