Primer fumigador automotriz fabricado en Argentina, aunque artesanal y no en serie. Lo fabricaron dos hermanos con materiales en desuso a fines de los 50. Aspecto rudimentario pero funcional: estructura tubular y bastidores de acero soldados, con líneas rectas, sin concesiones a la estética. Prioriza la practicidad y robustez sobre la apariencia.
Cabina abierta / semicerrada: en algunas fotos se ve un pequeño toldo o cabina muy elemental, sin vidrios. El puesto de conducción está alto para dar visibilidad sobre el cultivo.
Altura libre al suelo: notable despeje (tipo “high crop”), permitiendo trabajar sobre maíz, sorgo o girasol ya desarrollado sin dañarlos.
Tanques metálicos: laterales, con el nombre de la marca pintado (“RIALAVA”). De construcción cilíndrica, no plásticos como los modernos.
Rodados delanteros dobles y traseros simples: solución ingeniosa para repartir peso y dar mayor flotación en suelos blandos.
Este tipo de máquinas, como la Rialava, fueron pioneras de la mecanización agrícola en Argentina, cuando la autopropulsión en pulverización era algo prácticamente inédito en el mundo (años 50–60).
Mostraban ingenio criollo, reutilizando componentes de camiones y tractores para adaptarlos a un uso completamente distinto.
Lugar de Fabricación: Maria Susana, departamento Castellanos, provincia de Santa Fe.
Inicio de fabricación: 196X?
Fin de fabricación: 196X?
Origen: Argentina
Chasis derivado de camión (posiblemente Ford, Chevrolet o similar).
Motor: seguramente naftero de 4 o 6 cilindros, frontal, refrigerado por agua. La entrada de aire, radiador y escape están visibles
Tracción: trasera. No hay indicios de 4x4, típico en aquella época y en prototipos experimentales.
Dirección: mecánica, con columna expuesta y transmisión directa a las ruedas delanteras.
Suspensión: probablemente por elásticos (ballestas), aunque modificados para la altura de trabajo.
Barras largas: metálicas, desplegadas lateralmente, con boquillas espaciadas. Se ven en varias tomas extendidas y casi tocando el suelo.
Accionamiento de bomba: probablemente mecánico por toma directa desde el motor, mediante correas y poleas que se aprecian en el lateral.
Bomba de diafragma o pistones: en esa época se usaban bombas de hierro fundido de alto caudal, visibles en las fotos (con ruedas y válvulas externas).
Tanque: metálico, con capacidad estimada entre 400 y 800 litros (según dimensiones).
Regulación: seguramente manual, con válvulas de paso y manómetros básicos, sin control automático de presión ni caudal.
Velocidad de trabajo: limitada, probablemente no más de 8–10 km/h para asegurar buena calidad de pulverización.
Cobertura: barras de 8 a 12 metros (aprox.), comparado con máquinas modernas de 30–40 m, era muy modesto pero revolucionario en su tiempo.
Confort: inexistente; sin suspensión hidráulica ni cerramiento de cabina. El operario quedaba expuesto a deriva de químicos.
Innovación: pese a lo rudimentario, representaba un salto tecnológico enorme frente al pulverizador de arrastre con caballos o tractor.
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